martes, 8 de noviembre de 2011

Ni lo uno, ni lo otro

En nuestra columna anterior escribíamos sobre el caso de un joven indio, Sushil Kumar, que acababa de ganar el máximo premio del concurso televisivo ¿Quién quiere ser millonario?, haciendo realidad, según la prensa, que mostró sorprendentes similitudes, la película del mismo nombre.

Recordemos, también, dos cosas. Primero, dijimos que la película se basó un una novela y que, según su autor, la novela, en hechos de la vida real. Segundo, dimos a conocer, grosso modo, dos teorías que explican la naturaleza de las ficciones —el cine y la literatura lo son—: una que dice que son copias de la realidad, que se derivan de ella, y otra, que son mundos posibles.

En aquella ocasión, utilizando como carnada el sentido común, deslizamos la posibilidad —induciendo intencionalmente al error— de que el caso se podría explicar echando mano a cualquiera de las dos teorías: por un lado, podríamos identificar en la película, y en la novela en la que se basó la película, personajes y situaciones reales; y por otro, creer, como decía la prensa, que la película se hizo realidad y que, por lo tanto, las ficciones serían, más que copias, posibilidades.
Pero ninguna de las dos hipótesis es cierta.
La doctrina mimética —basada en la primera teoría— está detrás de una manera muy popular, ingenua y reduccionista de interpretar o entender las ficciones: «convierte a las personas ficticias en gente viva, a los escenarios imaginarios en sitios reales, a las historias inventadas en acontecimientos de la vida real.» Cuando debemos entender que la ficción es algo opuesto a la realidad (a lo verdadero). El Adriano de Yourcenar no es pues el Adriano que gobernó Roma en el siglo II.

En el otro lado de la moneda, la teoría de los mundos posibles, acertadamente, convierte a la ficción en una realidad autónoma, independiente del mundo actual, en el marco de un modelo de múltiples mundos. Se trata de mundos paralelos sin una relación de jerarquía entre sí, es decir, donde ninguno de ellos ha de verse necesariamente como representación de los demás.
La ficción como mundo posible no ha de entenderse como una potencial extensión de la realidad, es decir, como algo que puede suceder, sino, más bien, como un mundo paralelo, alternativo, diferente al mundo real, «cuyas propiedades, estructuras y modos de existencia son independientes de las propiedades, las estructuras y los modos de existencia de la realidad.»
José Manuel Coaguila

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