«Así,
por ejemplo, un censor tachó en un libro de recetas culinarias las
palabras “dejar a la masa levantarse libremente” porque la
expresión le pareció revolucionaria.»
SCHOSTAKOVSKY, PABLO
Historia
de la literatura rusa. Desde los orígenes hasta nuestros días
Semanas
atrás, un amigo, editor de una revista local, nos pidió que
escribiésemos un artículo sobre la historia del libro en el Perú,
justamente por haberse celebrado anteayer el Día Internacional del
Libro. En honor a la verdad, por el poquísimo tiempo libre que nos
oxigena, el escrito no hubiera tenido la calidad suficiente como para
publicarse, así es que nos negamos amablemente. Sin embargo, sacando
partido de la idea, nos pusimos a buscar información sobre el tema
(pensando, claro, en esta columna), sobre todo acerca de la censura
de libros, que es lo que, en lo que a la historia del libro se
refiere, siempre nos ha llamado más la atención. Y en esta búsqueda
encontramos El
libro y la lectura en el Perú,
de Danilo Sánchez Lihón, un trabajo cuyo título avivó nuestras
expectativas, pero nada más.
¿Ha
habido censura de libros en el Perú? Por supuesto. Pero seguramente
muchos vuelven sus ojos a la Colonia, vigilada por la Inquisición y
normada editorialmente por el famoso Index, la lista negra de las
obras prohibidas por la Iglesia Católica. No, señores, no vayamos
tan atrás, que aquí nomás, hace ni siquiera medio siglo, se
censuraron, requisaron y quemaron libros como cancha. ¿Y dice algo
sobre esto el libro de Sánchez Lihón? No, nada. Un texto con un
título así no puede pues obviar ello.
Lo
que ni siquiera se hizo en la dictadura de Odría —aunque tampoco
se puede decir que en ella hubo libertad irrestricta al comercio de
libros— se llevó a cabo, inicialmente, en el segundo gobierno de
Prado y, en toda su magnitud, en el primer gobierno constitucional ¡y
democrático! de Belaunde.
Desde
1966 los libreros peruanos empezaron a padecer el retraso en la
recepción de los paquetes de libros que venían del extranjero. Pero
la demora era el mal menor, pues algunos lotes llegaban sin la
cantidad original de títulos y otros simplemente desaparecían en el
Correo de Lima, dependencia del gobierno. ¿Qué sucedía? Pues todos
los libros pasaban por el filtro de una absurda censura. Libro
considerado subversivo, disociador o simplemente peligroso iba a la
hoguera.
Nunca
en la historia del Perú se ha hecho algo tan nefando contra la
cultura del libro: cientos de ejemplares se quemaron «por contener
literatura comunista», según fuentes del propio gobierno. Mientras
la Iglesia acababa de abolir el Index, nosotros, ridículamente,
quemábamos libros que circulaban libremente por países como Estados
Unidos, Inglaterra, España, México, Argentina.
Si
usted, amigo lector, quiere informarse más sobre el tema, le
recomendamos la lectura del libro Quema
de libros. Perú ’67,
del reconocido editor peruano Juan Mejía Baca.
José Manuel Coaguila