martes, 7 de febrero de 2012

Nunca más

Mientras escribíamos nuestra columna anterior, el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF) desistía, ante la arremetida de los memoriosos, de inscribirse como partido político en el sistema democrático peruano. Luego de cerrárseles casi todos los caminos legales, este grupo prosenderista optó por la retirada previendo, claro está, que no lograría su cometido. Dio un paso atrás, pero seguramente para tomar impulso.
Esta situación develó, entre otras cosas, cuán ignorantes de nuestra historia somos, cómo desconocemos hechos que explican gran parte de nuestro presente y que podrían servir para forjarnos un mejor futuro.
De hecho, hoy pudimos hacerle frente a Sendero Luminoso gracias a que la generación que padeció sus crímenes todavía vive. ¿Qué pasará cuando ya no sea así? Una señal de lo aciago que podría ser nuestro futuro es la actitud de los jóvenes de hoy, que ni siquiera saben quién fue Abimael Guzmán.
En la historia, esa ciencia despreciada por muchos, está la solución.


La importancia del pasado. ¿Qué nos importa conocer la campaña de Rusia de Napoleón? ¿Qué importancia tiene para nosotros?, se preguntan los que no ven en la historia más que fechas, nombres raros y batallas. Siempre nos hemos visto tentados por la idea de que lo que ocurrió hace centurias ya no cuenta para nosotros y no tiene ninguna importancia en nuestras vidas. Pensamos que hay muchas cosas actuales que saber como para estar desperdiciando el tiempo leyendo libros que nos hablan de momentos históricos totalmente distintos de los nuestros. Pero ¡atención! «Si Hitler hubiera estudiado la campaña de Rusia de Napoleón, no habría cometido la estupidez de embarcarse de nuevo en una aventura de este tipo. Habría sabido que el verano nunca es lo bastante largo para llegar a Moscú antes del invierno».
Por otro lado, como bien observó Arturo Uslar Pietri, el mañana siempre se construye sobre la base del ayer: «los revolucionarios franceses se volvieron hacia el borroso y embellecido recuerdo de la República Romana, los hombres de la Independencia hispanoamericana hacia el pasado indígena, los románticos hacia una Edad Media fabulosa y los compañeros de Lenin y Trotski hacia las crónicas de la Revolución francesa. Todo proyecto de futuro ha conllevado una invención del pasado.»
Sin la historia, o somos torpes, como Hitler, repitiendo errores, o somos ignorantes, creyendo que inventamos la pólvora, como muchos, que ignoran lo que hicieron y dijeron los hombres que nos precedieron.
Pero bastará con haber visto Náufrago o leído Robinson Crusoe para darnos cuenta que sin pasado no somos nada.

La comprensión del presente. La historia tiene como finalidad explicar el presente, decir por qué el mundo en el que vivimos es como es. El estudio del ayer se justifica, principalmente, por el entendimiento del hoy. Como señaló Benedetto Croce, «toda historia es historia contemporánea».
Ya lo dijo Marc Bloch: «La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente.»
También E. H. Carr: «Hacer que el hombre pueda comprender la sociedad del pasado, e incrementar su dominio de la sociedad del presente, tal es la doble función de la historia.»


La proyección hacia el futuro. En el Quijote, Cervantes la llamó, entre otras cosas, «advertencia de lo por venir». La historia ―como escribió Bustamante y Rivero― sirve pues «para utilizar como lección hoy y mañana las experiencias y el esfuerzo del ayer». Apuntando siempre hacia un futuro mejor.

Que nuestra ignorancia del pasado no nos condene a repetir nuestros errores. Es hora de decir «¡nunca más!»

José Manuel Coaguila

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