martes, 10 de abril de 2012

¿Un pintor llamado Oreja?

Tenías hambre y fuiste en busca de comida. Entraste en un local de comida china, hiciste el pedido (¡lo mismo de siempre!) y te sentaste a esperar que te sirvieran. Al poco rato sientes que te hablan —el mozo, piensas—, levantas la mirada y la ves. Te dice algo más, pero tú, que recién te quitas los audífonos de las orejas, tampoco oyes. Por la expresión de su rostro y cierta disposición a sentarse, intuyes que dijo algo sobre compartir la mesa. Lo cierto es que tú, dándote cuenta rápidamente de que aquel era el único espacio disponible en todo el chifa, ofreces un rictus y una disimulada venia como señal de asentimiento. Y en efecto, se sienta a tu mesa.

Aceleremos un poco. Se sienta, mira hacia afuera, como si esperase a alguien, tú te vuelves a poner los audífonos, agachas la mirada (claro, sin que salga completamente de tu campo visual) y solapadamente la observas. Aceleremos más. El mozo trae tu plato, empiezas a comer, luego trae el de ella, que es igual al tuyo, y ahora ambos comen. Más rápido: terminan casi a la vez, pero ella se retira primero; el mozo te trae la cuenta y te das con la sorpresa de que tienes que pagar el doble; sonríes, te paras y cancelas; sales del local y, nada más dar unos pasos, te encuentras con ella; se miran y ríen; me olvidé de pagar, te dice; yo ya pagué, no te preocupes, respondes.

Vayamos frenando. Ahora caminan juntos, conversan. Te pregunta por la música que escuchas, tú respondes cualquier cosa; a mí me gusta mucho La Oreja de Van Gogh, dice ella; a mí me gusta más el pintor, dices tú; ¿cuál pintor?; el del nombre del grupo, le pusieron ese nombre en honor al pintor ¿no?; ¿qué?, ¿existe un pintor que se llama Oreja?, lo dice como si le estarían tomando el pelo; no, respondes y te ríes; ambos ríen.

Autorretrato de Van Gogh con la oreja mutilada.

Frenemos en seco. El pintor se llama Vincent, Vincent van Gogh, agregas; estaba loco, pero a pesar de eso, o quizá por eso mismo, fue un genio. Un día, cuando vivía con Paul Gauguin, otro genio de la pintura, intentó, según cuenta Gauguin en sus memorias, atacar a este con una navaja de afeitar; luego se arrepintió de lo que había hecho y, triste, se cortó la oreja izquierda.

¿Tú sabes que significa la palabra perspicuo?, pregunta Lucía, que así se llama la muchacha. No, por qué, dices tú, José Manuel. Porque esa palabra te calza bien; hablas como si estuvieras leyendo. Ambos sonríen. Y adivina qué hizo Van Gogh con su oreja, le dices como para proseguir con tu relato. La puso dentro de un sobre y se la regaló a una prostituta, responde, risueña, la muchacha.


José Manuel Coaguila

1 comentario:

  1. jajajja se hizo la loca al prin cipio pero al final lo sabia todo. cuando lei la biografia de vincet van vogh me di cuenta que para ser genio habia que estar loco porque en aquellos tiempos para ser pintor habia que estar loco.
    escribes bien da gusto leer lo que publicas

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