martes, 10 de julio de 2012

El síndrome Galeano

A pesar de lo degradante e insufrible que resulta viajar en combi, hay gente, como quien escribe estas líneas, por ejemplo, que se da maña para leer algo en ellas. Pero no creo, sobre la base de mi propia experiencia, que haya alguien que pueda zambullirse en una lectura profunda y cuidadosa en medio del ruido de los motores, las bocinas, los pregoneros, la música. En un lugar así solo se lee someramente, y eso es lo que yo hago cada vez que tengo la fortuna de tener un libro en mis manos y la desdicha de subirme a una combi.

Pero vayamos al grano. Lo que quiero contarles es que hace un par de días, en una combi, un muchacho leía un libro con una atención tan grande como inusual. Yo también tenía uno en las manos, pero el lugar era tan inapetente para la lectura que ni siquiera tenía ganas de leer el texto de la contratapa. Me asombró, por ello, ver a ese muchacho tan enfrascado en lo que hacía. Hasta que tuvo que bajarse del vehículo no dejó de leer, y lo hacía con tanto interés que incluso, contagiado, llegué abrir el volumen que tenía sobre mis piernas. ¿No sienten curiosidad por saber, queridos lectores, el título del libro causante de tal prodigio? Yo también la sentí, así es que me las apañé para averiguarlo.


Recuerdo haber leído Las venas abiertas de América Latina en mis años universitarios, o sea no hace mucho. El libro causó en mí el mismo efecto: acaparó mi atención como pocos. Su prédica —como la luz a algunos insectos— seduce, atrae, ciega. Y es que la victimización y la patriotería siempre funcionan. Pero este no es el momento para zanjar posiciones políticas. Lo que sí quiero decir es que ese libro hay que leerlo con guantes quirúrgicos puestos, con pinzas y bisturí, que hay mucha distorsión de la realidad en él, que hace lo que la flauta con la cobra y por ello hay que tener cuidado. Si tienen en claro, muy en claro, que el verdadero progreso de los pueblos solo se logra respetando las libertades política y económica, entonces podrán zafarse del paternalismo que despierta, de esas ideas románticas que suenan bonito pero que no nos llevarán a ninguna parte.

El libro de Eduardo Galeano es uno de los que más se han leído por estas tierras, y debe ser también el que más conmoción ha causado. Hay gente que todavía lo lee apasionadamente, incluso en una combi. Debe ser porque endulza mucho la boca, pero cuidado que con tanto dulce se pueden pudrir los dientes.

Chávez le regala el libro Las venas abiertas de América Latina a Obama.

Como el muchacho de mi historia hay muchas otras personas. El mismo Galeano nos lo cuenta, así tenemos, por ejemplo, a «la muchacha que iba leyendo este libro [Las venas…] para su compañera de asiento y terminó parándose y leyéndolo en voz alta para todos los pasajeros […]; o el estudiante que durante una semana recorrió las librerías de la calle Corrientes, en Buenos Aires, y lo fue leyendo de a pedacitos, de librería en librería, porque no tenía dinero para comprarlo».


José Manuel Coaguila

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