martes, 17 de julio de 2012

Manual para Élder


Hay libros que pueden, en cuestión de horas —las que demore leerlos—, traerse abajo todo un sistema de creencias cuyos cimientos, fortalecidos por el tiempo, pensábamos indestructibles. A este grupo, de acuerdo a nuestras experiencias personales, pertenecen Manual del perfecto idiota latinoamericano, de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Escobar y Álvaro Vargas Llosa (en asuntos políticos); Por qué no soy cristiano, de Bertrand Russell (en cuestiones religiosas); y Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa (en cuanto a la vocación literaria). Podríamos agregar a esta lista La vida en común, de Tzvetan Todorov, que desmitifica como ningún otro las relaciones humanas.

Quizá sería exagerado decir que estos libros nos cambian la vida. Pero de lo que sí estamos seguros es que luego de leerlos es imposible no mirar las cosas de diferente manera.

Esto viene al caso porque, precisamente, queremos recomendar la lectura de uno de ellos a un lector que nos escribió acerca de nuestra última columna: El síndrome Galeano.

El señor Élder Purguaya tiene razón cuando nos dice que es imposible ser apolíticos, que el tratar de serlo es, a la vez y más profundamente, ir contra esta misma intención, o sea hacer política. Esto ya nos lo comentó alguna vez Alina Rivera, quien además, viendo nuestro total desinterés por la política, hizo que leyéramos la famosa frase de Bertolt Brecht sobre el asunto, esa que dice algo así como que el peor analfabeto es el analfabeto político. Sobre este punto, creo que la razón lo asiste, mi querido Élder. Pero en nada más.


Rechazamos totalmente el libro que usted defiende, Las venas abiertas de América Latina. Y es aquí donde le aconsejamos leer Manual del perfecto idiota latinoamericano, sobre todo el capítulo III. Allí está expuesto con más claridad y contundencia lo que a continuación diremos y citaremos:

1) No es cierto —como dice Eduardo Galeano, autor de Las venas... que lo que unos tienen, siempre se lo han quitado a otros, pues la riqueza no es «un cofre que navega bajo una bandera extraña y todo lo que hay que hacer es abordar la nave enemiga y arrebatárselo».

2) «No se trata —como cree Galeano— de que las naciones depredadoras se aprovechan de la debilidad de sus vecinas para saquearlas, sino de que explotan al máximo sus propias ventajas comparativas para ofrecer al mercado los mejores bienes y servicios al mejor precio posible.»

3) No podemos hacer nada más benevolente que despreciar un libro donde se afirma que sería perjudicial para América Latina industrializarse, y donde se condena las políticas de natalidad diciendo estúpidamente que en esta parte del mundo hay suficiente territorio como para albergar a muchos más. Presume Galeano que convencer a las mujeres de que tengan menos hijos es «poner un dique al avance de la furia de las masas en movimiento y rebelión.» ¿No es esta una verdadera idiotez?


José Manuel Coaguila

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