lunes, 18 de julio de 2011

De qué hablo cuando hablo de correr

Al igual que Salinger o Süskind ―autores de dos de las más grandes novelas del siglo pasado, El guardián entre el centeno y El perfume, respectivamente―, Haruki Murakami es un escritor que vive huyendo de las fotografías, de las entrevistas, de la fama y de todo lo que perturbe su privacidad. Por eso, con gran sorpresa e interés hemos leído uno de sus últimos trabajos, De qué hablo cuando hablo de correr, un libro que sintoniza más con unas memorias que con un ensayo pero que, sin embargo, no es estrictamente ni uno ni lo otro, tampoco un diario, en el sentido más exacto del término, sino más bien un mosaico de todo ello. En él Murakami (exhibiendo, increíblemente, algunas fotos suyas) nos habla de sus dos más grandes pasiones, escribir y correr, y cómo ésta nutre y sostiene aquélla.
Para el escritor japonés, mantener la concentración en un solo punto durante largas jornadas diarias de trabajo, a un ritmo uniforme, demanda una gran cantidad de energía y, por consiguiente, un buen estado físico. Por otro lado, según el novelista, los actos artísticos contiene en sí mismos agentes insanos y antisociales, y para tratar cosas insanas, las personas deben estar lo más sanas posible. Por ello, entre otras cosas, Murakami corre.

También nos habla de sus inicios; de cómo una tarde, viendo un partido de béisbol, de repente, sin más, se le ocurrió escribir una novela, y la escribió, a tumbos, sin ningún interés más que el de terminarla. Hasta que un día, después de dos novelas escritas, decidió dedicarse de lleno a escribir, y para ello tuvo que virar completamente el timón de su vida. Dejó atrás el mundo de los negocios en el cual estuvo metido ―regentaba un bar de su propiedad― y empezó, sin seguro imaginarlo, el camino que lo llevaría a ser uno de los novelistas contemporáneos más leídos del mundo, candidato serio al Premio Nobel de Literatura, galardón que tarde o temprano, lo intuimos, coronará la fama de este escritor dueño de una imaginación sin límites, creador de una literatura ―onírica, mágica, extrañamente hermosa― de la que no podemos salir sin dejar de ser otros.

José Manuel Coaguila

No hay comentarios:

Publicar un comentario