lunes, 25 de julio de 2011

El grito silencioso

Al igual que con las personas, el amor a la tierra que nos vio nacer se acrecienta más cuando estamos lejos de ella, o cuando, en el peor de los casos, estamos a punto de perderla. Como si ese sentimiento hubiera estado esperando esas circunstancias para alimentarse de ellas, robustecerse y hacernos sentir lo que hasta ese entonces ignorábamos.

A pocas horas de nuestro aniversario patrio, ha caído en nuestras manos Federico Barreto. Poesía, libro homenaje a uno de los hijos predilectos de Tacna (poeta y periodista), testigo presencial de uno de los episodios más tristes y desgarradores de nuestra historia republicana: la guerra del 79. El libro, editado por un conocido banco y prologado magistralmente por Luis Jaime Cisneros, trae en sus últimas páginas, contraviniendo su título, un texto en prosa titulado Procesión de la Bandera (Episodio del Cautiverio de Tacna), donde se narra uno de los hechos más conmovedores ocurridos durante la ocupación chilena.

Federico Barreto (1862-1929)

Sucedió el 28 de julio de 1901 en Tacna, cuando se realizó por primera vez la procesión de la bandera. Al principio, las autoridades chilenas, que habían prohibido exhibir banderas peruanas en la ciudad y, en fin, cualquier manifestación de carácter patriótico, rechazaron el pedido de llevar la bandera a la iglesia de San Ramón para bendecirla y luego pasearla en procesión por las calles. Pero después, ante la insistencia de los tacneños, que de alguna manera querían celebrar el aniversario patrio, cambiaron extrañamente de parecer y concedieron el permiso, aunque con una condición: que todo sea en silencio, «que no haya aclamaciones, ni vivas, ni el más breve grito que signifique, ni remotamente, una provocación para el elemento chileno», bajo responsabilidad de los organizadores. Humillante y peligrosa cláusula que finalmente fue aceptada por nuestros vapuleados pero bizarros compatriotas.

La fiesta podía acabar en una tragedia. «Un viva al Perú, contestado con un viva a Chile, podía convertir las calles de la ciudad en un verdadero campo de batalla.» ¿Cómo garantizar el control de algo que escapa a toda voluntad: los sentimientos? ¿Cumplirían nuestros hermanos tacneños semejante compromiso?

El amor a la patria hace cosas increíbles.

(Lea el texto completo de Barreto en este mismo blog)


José Manuel Coaguila

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