sábado, 3 de septiembre de 2011

Hemingway: A 50 años de su partida

No deben ser muchas las personas que, como Ernest Hemingway, hayan vivido tan cerca a la muerte. El escritor sufrió tres accidentes automovilísticos, graves todos, dándolo por muerto a causa de uno de ellos. Además de dos accidentes de avión, difundiéndose en la prensa, por segunda vez, la noticia de su supuesto fallecimiento.

Pero estos hechos, fortuitos al ciento por ciento, sobre todo los últimos, no nos dicen nada sobre el gusto del autor de El viejo y el mar por las situaciones de riesgo.

Aparte de haber practicado el boxeo y la caza de animales salvajes, acciones que obviamente entrañan algún tipo de peligro, Hemingway, al igual que escritores como Malraux, Grass, Céline, Graves, sólo por citar algunos contemporáneos suyos, quiso pertenecer al Ejército de su país y empuñar las armas, pero, a diferencia de ellos, no pudo (por problemas en la vista). Sin embargo estuvo presente en las dos guerras mundiales, como integrante de la Cruz Roja en la primera y como «espía» y «cazasubmarinos» en la segunda.


La guerra le parece un emocionante deporte. Las pausas en los combates lo exasperan. En Italia, primero es chofer de una ambulancia y después está a cargo de una cantina, donde los soldados se proveen de chocolates, cigarrillos, chicles y café. Pero esta labor le parece poco heroica, así es que, por decisión propia, todas las mañanas se dirige en bicicleta a las trincheras para repartir postales y golosinas entre los soldados. Hasta que un 8 de julio de 1918, un obús estalló cerca de su posición, matando a un hombre e hiriendo gravemente a otros, entre ellos, él.

En la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos entra en el conflicto, Hemingway cumple, por iniciativa propia, labores de «espía» a favor de su país. Más tarde patrulla el mar del caribe con su yate en busca de submarinos alemanes, pertrechado de ametralladoras pesadas, bazookas y cargas de profundidad.

También lo encontramos en la Guerra Civil Española, donde muchas veces permanece en la primera línea de fuego, sorteando graves peligros, cumpliendo funciones periodísticas.

Recordemos así a este genial escritor norteamericano, Premio Nobel de Literatura en 1954, a 50 años de su fallecimiento, ocurrido en 1961, cuando, acosado por problemas psíquicos, acabó con su azarosa vida. De este modo lo sentimos más vivo.

José Manuel Coaguila

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