sábado, 27 de agosto de 2011

Viviendo con el enemigo

Se ha dicho muchas veces que la televisión embrutece, pero muy pocos han explicado claramente el porqué y el cómo. Quizá el que mejor lo haya hecho sea el italiano Giovanni Sartori, politólogo y estudioso de la cultura, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2005 y una de las mentes más brillantes de nuestros días. Su libro Homo videns. La sociedad teledirigida, abundante en destellos de ingenio y agudeza, cayó en nuestras manos estos días.


La explicación es sencilla. El ser humano debe toda su inteligencia a su capacidad de abstracción, de conceptualización: de tener en la mente ideas, nociones o conceptos que algunas veces, por así decirlo, guardan relación directa con la realidad, como por ejemplo el concepto de mesa, avión, perro; pero que otras veces no, como en el caso de democracia, felicidad, inflación («abstracciones puras»), que siempre son más.

Todo el saber del homo sapiens se desarrolla en un mundo de conceptos, de construcciones mentales, y no tanto en el contacto directo con la realidad, es decir en el mundo sensible, que es percibido por nuestros sentidos.

Lo que pasa con la televisión es que invierte el sentido de las cosas, en ella no vamos de lo sensible (concreto) a lo inteligible (abstracto), sino que nos remontamos al puro acto de ver, que es casi animal. «La televisión ―nos dice Sartori― produce imágenes y anula conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender.»

Así como van las cosas, a nuestros niños ―si los seguimos formando en la cultura de la imagen― les será cada vez más difícil formular conceptos, incluso de los más sencillos. Cuando les preguntemos qué es un árbol, nos señalarán uno, y nos dirán: ese es un árbol. Y dirán que es una rueda, un plato o una moneda el círculo dibujado en un papel, nunca que es una figura geométrica. Serán más prácticos, tendrán un pensamiento situacional, concreto, empobrecido y falto de toda abstracción, que es lo que en gran parte nos ha llevado a diferenciarnos del hombre de las cavernas.

Es paradójico ver que mientras la realidad se complica y las complejidades aumentan vertiginosamente, las mentes se simplifican cada vez más.

La solución, señores, está en «defender a ultranza la lectura, el libro y, en una palabra, la cultura escrita.»


Fiorela Velazco Muñoz

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