martes, 9 de agosto de 2011

Carta abierta a mis amigos

No sé qué es exactamente la amistad. No sabría cómo definirla. «Puesto que todos hablan de ella, podría suponerse que no existe noción más clara y precisa que la noción de amistad. La verdad es precisamente lo contrario. La amistad, como todas las realidades profundamente existenciales (el amor, la libertad, etc.), no es definible.»

Yo sólo tengo claro que te quiero, que me entristecen, quizá más que a ti, tus penas. Que tus alegrías me son más saludables que las mías. Que prefiero vivir con los ojos cerrados para no tener que aceptar que no estoy contigo, sobre todo en esos momentos cuando la desesperanza, el tedio y la tristeza están a punto de acabar contigo. Que, aunque aparentemente la vida nos haya llevado por caminos diferentes, trato a veces de invadir el tuyo con el único fin de hacer que te sientas bien, que sonrías, pues de tus sonrisas están hechas las fuerzan que me mueven.

Ha habido veces en las que te he sentido triste, veces en que la angustia me llenó y petrificó. Quizá si hubiera tenido un guión, un libreto meticulosamente elaborado para tales ocasiones, hubiera actuado con más eficacia y precisión, pero no fue así. Hay veces que la emoción opaca a la razón y quedo irresoluto, sobrecogido; quizá en otras circunstancias hubiera actuado más eficientemente, pero me es imposible no dejarme llevar por los sentimientos y asirme completamente de la razón, sobre todo cuando se trata de cosas tuyas. Perdón por eso.

Pero, aun así, cuando te sientas derrotado, cuando sientas que ya no puedes más, acuérdate de mí. Quizá cuando lleguen esos momentos no esté contigo, pero sí esta carta, y con ella una parte de mí. Ojalá que cuando la leas sientas el inmenso cariño con que la escribí, que sientas que te quiero, que comparto contigo tu tristeza; que si lloras, una parte de mí secará tus lágrimas y la otra se pondrá a llorar contigo.




Y si cuando acabes de leer estas líneas sientes la necesidad de retribuirme el afecto puesto en ellas, ten presente que yo no espero nada más que no sea tu bienestar, que no podría ser más feliz si sé que esta misiva ha cumplido su razón de ser: hacerte saber que no estás solo, que en este inmenso mundo hay una vida que vive por ti.

Por último, nunca olvides que cuando caigas, yo caeré antes para amortiguar la caída, recibirte entre mis brazos y decirte, aun en esas circunstancias, que no fue nada, que yo también caí (algo así como cuando fingimos un dolor similar al de un niño con el fin de hacer más llevadero el suyo, de darle la oportunidad de demostrar que él es el más fuerte). Sólo créelo y así será.

Un abrazo interminable

José Manuel Coaguila

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