martes, 11 de octubre de 2011

Deshaciendo agravios

Al fin pudimos leer El sueño del celta, la última novela de Mario Vargas Llosa. Hace unos días, después de casi tres meses de espera, apareció a la cabeza del montoncito de libros por leer. Y como nunca es tarde para escribir sobre un libro, pues diremos algo sobre él, celebrando, de paso, el primer año de Vargas Llosa como Nobel de Literatura.

La novela narra la vida de Roger Casement (1864-1916), irlandés que denunció los flagicios que se cometieron en contra de los nativos del Congo y de la Amazonía peruana y luchó por la independencia de su país.

 

No es el Vargas Llosa de sus primeras novelas, artificioso y técnico, artesano de la palabra, arquitecto de la forma, es más bien el novelista documentado, de campo, el que, como un arqueólogo, reconstruye un pasado que, por la flexibilidad, la vitalidad y la cercanía de la ficción, parece más verosímil que el que figura en la misma Historia. Y es que, como decía Saramago, no basta decir la verdad. De poco servirá si no es creíble. «La verdad es sólo medio camino, la otra mitad se llama credibilidad. Por eso hay mentiras que pasan por verdades, y verdades que son tenidas por mentiras.»

La novela, quizá tanto como cuando leímos Brevísima relación de la destrucción de las Indias, con todo lo que de falso tenga, nos hace ver cuán crueles podemos ser a veces los seres humanos, cuánto de animales, y de los peores, tenemos todavía adentro. Asesinatos, mutilaciones, torturas y violaciones, avivados por la codicia, abundan por doquier. Las víctimas: los congoleses y los nativos de la Amazonía peruana. El móvil: el caucho. La excusa: civilizar. Los victimarios: Bélgica, en el Congo, y la Compañía Arana en el Putumayo. El denunciante: Roger Casement, el Bartolomé de las Casas del siglo XX.

Roger Casement
Enfermo como consecuencia de sus asendereados 20 años en el Congo y otros tantos en la Amazonía peruana, al servicio del Gobierno Inglés, Casement todavía tuvo fuerzas para luchar por la independencia de su país, Irlanda, la mayor causa de su vida, enfrentándose así al país que antes sirvió y que, luego, fracasada la insurrección, se encargaría, así como le concedió honores, de hundirlo en el desprestigio y el anonimato.

Esta novela es, pues, un intento de rescatar y reivindicar la figura de un hombre que defendió, jugándose siempre la vida, los más altos valores de la humanidad: la libertad y la igualdad. Tarea cumplida, Mario.
 
José Manuel Coaguila

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