martes, 4 de octubre de 2011

Honor al mérito

Un «estudiante simplón», en una cafetería madrileña, ve ingresar a su mismo local al escritor chileno Roberto Bolaño. Después de pensarlo un poco, decidido, va a su encuentro. Bolaño es su escritor favorito, una oportunidad así no la puede desperdiciar. Pero, en instantes en que se dirige a su mesa, el autor de Los detectives salvajes se pone de pie y se va, dejándolo con los crespos hechos. Sin embargo, el muchacho, en Madrid gracias a una beca de estudios, más que un autógrafo o un cruce de palabras con el escritor, consigue algo muy valioso: un manuscrito. El escritor dejó olvidado en su asiento un «cuaderno anillado y algo arrugado» donde tenía escrita una de sus últimas novelas.

Roberto Bolaño

Esta es, más o menos, la trama de El manuscrito, cuento ganador del V concurso literario organizado por el semanario arequipeño El Búho, uno de los mejores relatos cortos que hayamos leído, incluidos los premiados anteriormente en el mismo concurso.

El cuento, fruto de su buen comienzo, hechiza de principio a fin. Intrigados por la confesión del narrador al comenzar su historia, no podemos dejar de leerlo hasta terminarlo, comprobando, satisfechos, que termina mejor que como empezó. Pero si aquella carnaza inicial no fuese suficiente, si no tiene el poder necesario para mantenernos a la expectativa, si es muy general, un tanto confusa tal vez; la siguiente sí lo es. Y es que, una vez que sabemos que el estudiante tiene en sus manos un manuscrito de Bolaño, nuestra curiosidad de saber qué hará con él nos pone a merced del escritor, bajo sus poderes hipnóticos, esos que nos sustraen completamente de la realidad y nos convierten en parte de la ficción.

Ninguna palabra sobra. Nada está por demás en el cuento. El estilo es impecable. La prosa, limpia, sobria. Los adjetivos bien puestos. Cada palabra tiene su color, vale por sí misma; cada pormenor, como lo exigía Borges, existe en función del argumento general. Ningún obstáculo, adorno o digresión, como pedía Quiroga, acude a aflojar la tensión del hilo de la historia. Su ritmo es tajante, incisivo, como el de los buenos cuentos.

El autor es Dennis Arias Chávez, una de las más grandes promesas de las letras peruanas, hombre de muchas luces y gran talento. No nos sorprende, pues, que haya recibido este premio.

(Lea el cuento completo, además de una entrevista al autor, en este blog)

/Artículo aparecido en diario Correo el 05-10-11/

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