martes, 25 de octubre de 2011

Apología del libro

Terminamos de leerlo, lo cerramos y, abstraídos, mirando su tapa, pensamos en lo inequívoco de su título: Nadie acabará con los libros (en nuestro rostro se esboza un gesto cómplice, complaciente, aquiescente). Sí, nadie acabará con los libros, nos decimos, y empezamos a fantasear la biblioteca de Umberto Eco, también la de Jean-Claude Carrière; inmensas; llenas de incunables, primeras ediciones y rarezas editoriales; imponentes y caras. De pronto, caemos en la cuenta de que hay que empezar a escribir esta columna, que sólo tenemos una hora.


Pues bien. El libro es una charla erudita, con Jean-Philipe de Tonnac como entrevistador, o deberíamos decir, mejor, conductor, entre Eco y Carrière. Entre otras cosas, hablan del internet, la Historia, la memoria, la estupidez; pero siempre teniendo al libro como protagonista: los incunables que poseen, sus peripecias como coleccionistas, los libros que quisieran encontrar, la censura y los filtros, el destino de sus colecciones cuando mueran y, en fin, —la médula del asunto— qué será del libro en general de aquí a unos años. ¿Desaparecerá a consecuencia de la aparición de internet? ¿El libro electrónico, el e-book, matará al libro impreso?:

Umberto Eco y Jean-Claude Carrière

 1. «¡Pasemos dos horas leyendo una novela en el ordenador y nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis!»
2. «El ordenador depende de la electricidad y no te permite leer en la bañera, ni tumbado de costado en la cama. El libro es, a fin de cuentas, un instrumento más flexible.» Además, no es seguro que en el futuro dispongamos de energía suficiente para hacer que funcionen todas nuestras máquinas.
3. «El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara [...] Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel. Pero seguirá siendo lo que es.»
4. Los soportes modernos —incluso los ordenadores— se vuelven rápidamente obsoletos. Ya no podemos ver una cinta de video o un CD-ROM de hace apenas algunos años, tampoco un archivo guardado en un diskette, pero aún podemos leer un texto impreso hace seis siglos.
5. Por último, el libro impreso genera sensaciones que el e-book no puede. Podemos tocarlo, olerlo; incluso quererlo. Escribir notas en sus márgenes, resaltar o subrayar algunas de sus partes. Lo que lo vincula directamente al cuerpo. Y en este sentido tiene algo casi humano.

José Manuel Coaguila

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