martes, 22 de mayo de 2012

La historia de siempre


Todavía se escriben artículos anunciando la desaparición del libro impreso. Aún hay gente «visionaria» que cree anticiparse a los hechos cuando dice que la era digital terminará engulléndose por completo a la galaxia de Gutenberg. Y no son pocos. Son tantos como su ignorancia. Desde hace casi 20 años que se viene diciendo lo mismo, que esto (el ordenador) matará eso (el libro), cosa que no ha sucedido y que seguramente no sucederá, pero hay muchos tontos, anacrónicos, que creen que hablar sobre ello es poner sobre el tapete un tema inédito.

Tenemos la sensación de que todas las generaciones han creído ser testigos de una etapa histórica, determinante, de cambios trascendentales (llamémosle a esto «generacentrismo»), y por ello muchas veces piensan que poco o nada sobrevivirá a su tiempo.

Cuando apareció la máquina de escribir se anunció el fin del lápiz, y lo mismo se dijo de la pintura cuando surgió la fotografía y del cine cuando floreció la televisión; y ya vemos que nada de eso sucedió. Muy pocas veces (acaso nunca) lo nuevo aniquila a lo viejo; casi siempre, cuando lo afecta, solo lo retoca; menos todavía si en el fondo son dos cosas totalmente diferentes. Es verdad que la computadora aniquilará a la máquina de escribir, si es que todavía no lo ha hecho, como el e-mail al telegrama, pero ello es porque aquella hace, también, lo mismo que esta, y todavía mejor. La fotografía y la televisión, en cambio, no han podido acabar con la pintura y el cine porque son de naturaleza completamente distinta, tanto quizá como el e-book y el libro impreso.

Muchos siguen anunciando la muerte del libro

Sin embargo, algunos tipos de libros, debido al uso masivo del Internet, han desaparecido o están a punto de desaparecer, como las enciclopedias y los manuales, pero la esencia del libro se mantiene incólume. Ya lo dijo Umberto Eco, y lo comentábamos en una anterior columna (lea en este blog Apología del libro), «El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor.»

Retomando lo dicho al principio de este artículo, nada es pues nuevo en el reino de este mundo. Lo que para el libro es ahora la era digital, lo fue en su momento el periódico y el fonógrafo. Grandes hombres como Lamartine firmaron el acta de defunción del libro ante la frescura e inmediatez de la hoja diaria. La floreciente popularidad de los periódicos llevó a muchos a suscribir el fin del libro. Ahora vemos cuán equivocados estaban. Y lo mismo con el fonógrafo. Muchos dijeron que se escucharía literatura en vez de leerla, que ya no habría bibliotecas sino fonotecas, que asistiríamos al retorno del arte de la dicción.

Como vemos, la historia es la misma de siempre.

José Manuel Coaguila


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario