martes, 15 de mayo de 2012

Una muerte digna

Lo que deseamos los seres humanos, conscientes de nuestra finitud, es una muerte sin dolor. La verdad, más es el miedo a la forma como vayamos a morir que a la muerte misma. Pensemos si no en cuántos seríamos hoy en el mundo si con solo desearlo, jamás despertáramos luego de dormir. Nuestra raza seguro ya hubiera desaparecido. Pero como la muerte no llega así de fácil y bonito, nuestro terror al sufrimiento previo siempre puede más y, feliz o lamentablemente, nos mantiene vivos.

No obstante, el egoísmo salta a la palestra cuando hay otros seres humanos que sufren terriblemente a causa de un mal incurable y muchas veces degenerativo y por ello piden una muerte digna, como la que todos quisiéramos. Se dicen en contra, entonces, cosas tan absurdas como que nuestra vida no es de nosotros sino de Dios, que como Él nos la dio, solo Él tiene derecho a quitárnosla; que no podemos interrumpir el orden natural de las cosas; por lo tanto, tenemos que seguir viviendo, como si la vida fuera un deber y no un derecho.

¿En verdad creen en un dios tan miserable? ¿Cómo puede ser que ese dios piadoso y amoroso en el que casi todos creen sea a la vez tan indolente y sádico? ¿Cómo va a querer Dios, si nos ama, que muramos de una forma tan terrible e indigna pudiendo nosotros evitar ello?


Por otra parte, eso de que acabar con nuestra vida para no seguir sufriendo sea interrumpir el orden natural de las cosas, es algo totalmente paradójico. Los que están en contra de la eutanasia quieren que los hombres aguanten estoicamente hasta el final, para que la muerte llegue por sí sola y se agrade de esta manera a un dios sádico. Sobre la base de esta lógica, que ellos entonces, cada vez que se enfermen, no acepten nunca ningún tipo de medicamento, pues ello sería también ir contra el orden natural de las cosas; total, si se mueren es porque su dios así lo ha querido ¿no?

Con respecto a esto, hace una semana Argentina se sumó a los pocos países que permiten a sus ciudadanos dejarse morir cuando sus vidas se han convertido en un infierno a causa de una enfermedad incurable y lacerante. Ahora en ese país los enfermos terminales —o sus familiares en caso ellos no estén en condiciones de manifestar su voluntad— pueden rechazar cirugías, tratamientos médicos o de reanimación para prolongar innecesariamente su existencia. Esto es un gran paso para que de aquí a unos años se legalice también la eutanasia activa voluntaria y otras variaciones de una «buena muerte», que es el significado etimológico de la palabra «eutanasia». Ojalá que la comunidad ideal imaginaria de More —que aparece en su Utopía—, en la que el suicidio asistido para los enfermos sin curación es una institución importante, se haga pronto realidad.


José Manuel Coaguila

No hay comentarios:

Publicar un comentario