martes, 5 de junio de 2012

¡Puje, señor, puje!

A luz del pasado, y acaso solo así, se puede entender realmente el presente. Hay hechos que a simple vista parecen ser muy modernos, muy de la época, pero que en realidad, si conocemos algo de historia, no lo son.

Ello por una parte. Por otra está el hecho de que las grandes verdades siempre están implícitas, ocultas en lo que no se dice, en los silencios, en los juegos, en las bromas; disfrazadas con el ropaje de lo que justamente no quieren decir.

¿Y a qué viene todo esto?, se preguntará usted, amigo lector.

Son, también, dos hechos. El primero sucedió hace algunos años, cuando consumíamos nuestras horas leyendo el DRAE. Y el segundo, hace solo algunos días, en un baby shower.

Mucha sorpresa y gracia nos causó encontrar en el diccionario la palabra covada y leer su significado: «Costumbre que pervive en zonas de Asia y de América, y que existió en el norte de España, consistente en la permanencia, tras el nacimiento de un hijo, del padre en la cama, recibiendo atenciones, mientras la madre vuelve a sus tareas habituales.» ¡No me diga que a usted, caro lector, no le provoca lo mismo!


Nos reímos un poco, es verdad, pero luego, ya en serio, buscamos más información sobre el tema. Y ahí quedó todo, hasta ahora. Hasta el domingo pasado, si nos exigen ser más exactos, cuando asistimos, llevados por las circunstancias, a un baby shower.

Antes de que acabara la fiesta, el payaso que la animaba hizo que el padre del hijo por venir, ante la complacencia y alegría de muchos, fingiera dar a luz. Se puso para ello un sillón en el medio de la sala, donde tenía que alumbrar el hombre, y se pidió la colaboración de dos señoritas para que actuasen como enfermeras. El sufrido progenitor empezó entonces, mismo Schwarzenegger en la película Junior, a parir, en medio de prolongados ayes de dolor y las atenciones de sus asistentes. Toda una covada moderna.

¿Qué hay detrás de esta simulación?, ¿por qué se hace?, ¿qué se nos quiere decir con ella? Nuestra hipótesis, menuda ella, es la siguiente: La covada, se sabe, tiene su origen en las sociedades matriarcales, es decir, en aquellas donde el mando residía en las mujeres. Se puede explicar ella, entonces, como la intención inconsciente del hombre de querer ser parte de aquello que hacía de la mujer un ser superior, y ponerse a su misma altura. Ahora, que la mujer ha recobrado el protagonismo perdido, que no está lejos de ocupar en la sociedad el lugar que tuvo antaño, parece repetirse algo parecido.

Antes, los hombres primitivos —ante la alta tasa de mortalidad materna— creían que fingiendo ser mujeres parturientas podían engañar a la muerte y evitar el deceso de la madre; ahora creen que haciendo lo mismo solo divierten. La segunda excusa es más tonta. Inventemos una más brillante.


José Manuel Coaguila

No hay comentarios:

Publicar un comentario