miércoles, 22 de agosto de 2012

La vida no es una telenovela


Hace algunos años le escribí, vía e-mail, a una amiga que se lamentaba de su mala suerte: «M., en la vida no hay merecimientos. La existencia humana no tiene lógica, no funciona lógicamente, es decir, las cosas no siempre suceden como se espera; estoy totalmente convencido de ello. […] Así es que no te tortures diciendo que mereces todo ese sufrimiento, pues si hubieras actuado de una forma distinta, si borraras del pasado los errores cometidos, las cosas quizá hubieran resultado igual de trágicas.»
 
Recuerdo esto a propósito de haber leído, hace unos días nomás, gran parte de Aladino o vida y obra de José Santos Chocano, de Luis Alberto Sánchez, un libro que, soy sincero, leí, más que por la admiración al poeta o a su poesía, por puro morbo. Chocano ha sido seguramente el escritor más odiado y querido de todos los que han nacido en esta tierra. Su temperamento, sus poses, su egolatría siempre me sedujeron. Ahora, que lo conozco más, pienso que su vida, sobre todo su muerte, quizá sea la representación más fiel de la existencia humana.
José Santos Chocano
Pero ocupémonos solamente de su final. Chocano murió de una manera inesperada, absurda, ilógica. De repente, en el tranvía, un demente le clava un puñal en el pecho y ¡zas!, se acabó todo. Si su vida hubiera sido una película, de hecho, con ese fin, los espectadores de telenovelas se hubieran ido turbados y descontentos, pero no los lectores de buena literatura.
 
Nada más lejos de la realidad que las telenovelas, grandes responsables de que los fracasos humanos adquieran una magnitud que en realidad no tienen. La vida es pues diferente. El «vivieron felices para siempre» no existe; los finales también son desgraciados e ilógicos. Habrá veces que no tendremos lo que merecemos, y otras, mucho peor. ¡Esta es la verdadera vida!
 
Los que han visto La rosa púrpura del Cairo, la genial película de Woody Allen, podrán mirar en Tom Baxter a mucha gente.
 
Las telenovelas, muchísimo más que las películas, han pasado a ser la vida misma, y todos viven según sus reglas, bonitas, es verdad, pero trágicas cuando se estrellan contra la realidad.
 
Volviendo a Chocano y a su muerte, y ya que hemos hablado de cine, pues no podemos dejar de mencionar la estupenda película No country for old men (conocida en Hispanoamérica con el nombre de Sin lugar para los débiles), ganadora de cuatro premios Óscar, incluido el de mejor película, en el 2007. Un tipo encuentra un maletín lleno de dinero, que pertenece a unos contrabandistas; lo persiguen por ello, pero él, poniendo en serio riesgo su vida, se rehúsa a devolverlo. Sus perseguidores, muchas veces a punto de atraparlo, al final quedan rezagados y maltrechos, y abandonan la empresa. Llewellyn Moss, el del maletín, el invencible, después de tanto trabajo y sacrificio, de poner en juego su existencia y la de los suyos, en la parte final de la película, parece haber vencido. Sin embargo, de pronto, aparecen de la nada unos pandilleros que le roban el maletín y lo matan. Así de fácil, así de tonto. Claro, muchos dicen «¡qué final para más absurdo!» Pero, ¿acaso no es así la vida?
 
 
 
José Manuel Coaguila

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