martes, 7 de agosto de 2012

Un Vallejo desconocido II

En Crónicas perdidas de Alfredo Bryce Echenique hay un artículo sobre el autor de Los heraldos negros titulado Vallejo Alegre. En él, el escritor no solo nos da a conocer los momentos de confort que vivió Vallejo, tratando de poner en entredicho las tesis que pintan al poeta como un menesteroso e indigente perpetuo, sino también —y hacia allí apuntamos— la relación entre este y Pablo Picasso, más exactamente, las circunstancias en que el pintor malagueño dibujó las famosas cabezas del vate peruano.

El dibujo más conocido —son tres en total— muestra a Vallejo casi de perfil. Algunos de sus trazos parecen desordenados (no tanto como el segundo, que se le parece), pero en realidad, sumados, hacen un retrato casi fiel y armonioso.


Según Bryce, que no cita fuentes —¡cuidado con el plagio!—, Vallejo y Picasso coincidieron muchas veces en el Café Montparnasse, en París, pero nunca cruzaron palabra. El peruano en una mesa, con los suyos, y el español en otra, con amigos también, vivieron por mucho tiempo una silenciosa e indiferente vecindad. Ajenos a la fama que hoy los envuelve, ambos artistas ignoraban completamente quién era quién.

Vallejo murió y, como es obvio, ya no apareció más por aquel café. Entonces —siguiendo con la versión de Bryce— Picasso, acostumbrado a verlo siempre por ahí (su «rostro austero e indígena —sin duda poco frecuente en la Europa de entonces— siempre le había llamado la atención»), preguntó por aquella ausencia. Los amigos de César le informaron que había muerto. Y Picasso recién entonces hizo los famosos dibujos.


La información de Bryce, creemos, es inexacta, o en todo caso incompleta. Confiamos más en lo que cuenta Ernesto More en Vallejo, en la encrucijada del drama peruano. El trabajo del puneño, amigo íntimo del poeta, es una fuente de primera mano. Discúlpanos, Alfredo. 

Dice More que el responsable de los dibujos fue el poeta Juan Larrea, amigo de Vallejo. «Muerto ya Vallejo, Larrea aprovecha de la visita que le hizo Picasso en la Oficina de Cultura Española, situada en la rue Georges V, en París, donde Juan trabajaba ardorosamente por la República […], para leerle unos poemas de Vallejo —a quien el famoso pintor no conocía— y solicitarle que le haga unos dibujos —se pretendía publicar uno  en  el  homenaje  que  el  boletín  Nuestra  España  preparaba  para  el poeta desaparecido—. No bien hubo Picasso escuchado 'La Rueda del Hambriento' y otros de los poemas humanos, visiblemente emocionado dijo: 'a este poeta sí le hago yo un dibujo'. Y en el acto, allí mismo, Picasso, en cosa de diez minutos, acabó los tres dibujos: uno de frente, otro de tres cuartos y otro de perfil.»

Larrea, como es de suponer, proporcionó a Picasso algunas fotos de Vallejo, «una de ellas tomada en el parque de Versalles, en que aparece el cholo reclinando la barba en la mano.» Las otras fueron las que Savitry le tomó en su lecho de muerte. «Por ello, en los dibujos de Picasso, César aparece adelgazado […] Se ve una nariz que no respira y los pómulos del que ya no ríe».

(Continuará...)


José Manuel Coaguila




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