martes, 14 de agosto de 2012

Un Vallejo desconocido III

La relación Vallejo-Picasso, que muchos sentimos de otro mundo, impoluta, sobrehumana, reverencial, rodeada de un halo sagrado, de repente, en cuestión de segundos, se hace plenamente terrenal al enterarnos, según informó hace algunos años Efe, que Marina Picasso, nieta del pintor español, demandó a la universidad peruana César Vallejo por usar uno de los tres dibujos (el de perfil) que su abuelo hizo del poeta en 1938. La mujer, que interpuso su queja ante el Indecopi, pedía que la casa superior de estudios se abstenga de usar el apunte o pague 350.000 dólares por derechos de autor. Ante este hecho, la universidad decidió retirar la imagen de la discordia de sus claustros y convocar a un concurso de pintura para elegir un nuevo retrato del autor de Poemas humanos.

Yéndonos por otro lado, hace unos días volvimos a revisar Confieso que he vivido, libro de memorias de Pablo Neruda. Allí aparecen ciertos datos un tanto desconocidos sobre la vida de Vallejo. Hay dos para rescatar: la vez que los dos poetas se conocieron y la sumisión marital del vate peruano.
Cuenta Neruda: «Nos presentaron y, con su pulcro acento peruano, me dijo al saludarme: 
—Usted es el más grande de todos nuestros poetas. Sólo Rubén Darío se le puede comparar.
—Vallejo —le dije—, si quiere que seamos amigos nunca vuelva a decirme una cosa semejante. No sé dónde iríamos a parar si comenzamos a tratarnos como literatos.
[…] Desde ese mismo momento fuimos amigos verdaderos.»

Más adelante dice el chileno con respecto a la apariencia sombría de César: «Pero la verdad interior no era ésa. Yo lo vi muchas veces (especialmente cuando lográbamos arrancarlo de la dominación de su mujer, una francesa tiránica y presumida, hija de concierge), yo lo vi dar saltos escolares de alegría. Después volvía a su solemnidad y a su sumisión.»

Y hay muchísimas cosas más sobre la vida y obra de César Vallejo dignas de ser contadas, sobre todo si se desea conocer a profundidad la materia de la que estuvo hecho uno de los grandes poetas de la historia. Quedan en el tintero, por ejemplo, sus extrañas facultades premonitorias. Si quiere informarse sobre ello, lea Mi encuentro con César Vallejo, de Antenor Orrego.

Pero finalicemos este extenso artículo poniendo sobre el papel un hecho que tiene que ver con Arequipa, hoy 15 de agosto, aniversario de esta magnánima y solidaria tierra de poetas. Lo cuenta Ernesto More en Vallejo, en la encrucijada del drama peruano.

César Vallejo y Percy Gibson, nuestro ilustre rapsoda, cultivaron una sólida amistad por vía epistolar (no se conocieron personalmente en el Perú). Cuando Vallejo fue acusado de incendiario y luego apresado en Trujillo, Gibson, enterado de la ignominia, se dirigió presuroso y sobresaltado a la oficina del doctor Carlos Polar, «prohombre arequipeño, amante de las letras, quien en esos momentos ocupaba el alto sitial de la Presidencia de la Corte Superior de la Ciudad Blanca.» ¡Han tomado preso a un poeta, doctor Polar!... ¡¡A un poeta!!..., le dijo Percy. ¡Preso un poeta!... ¡Eso es inconcebible!..., contesto Polar. Según More, el magistrado influyó decisivamente en la liberación de Vallejo, haciendo valer sus buenos oficios en la Corte trujillana.


José Manuel Coaguila


 

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