miércoles, 13 de marzo de 2013

Y si de Chávez hablamos…


El poeta Emilio Ballagas, ya muy enfermo —según cuenta Roberto Fernández Retamar en Recuerdo a—, le dijo a su supersticiosa sirvienta jamaiquina que después de muerto se le aparecería en forma de lagarto. Increíblemente, cuando la sirvienta, muerto ya el vate, le contaba esto a una amiga, vio de repente que un enorme lagarto la miraba fijamente.

Julio Ramón Ribeyro, como consta en su diario La tentación del fracaso, soñó que tenía en la mano un billete de lotería terminado en 11 y al cotejar la lista oficial vio que estaba premiado con 40.000 nuevos francos. Al despertar, le cuenta el sueño a Alida. «Ella compra un número de lotería terminado en 11. Sale premiado...»

¿Casualidades? Puede ser.

Esos famosos versos en los que Vallejo vaticina su final (Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo…), según atestigua Antenor Orrego en Mi encuentro con César Vallejo, describen una visión que el poeta tuvo en plena vigilia, o sea despierto.

El pintor Víctor Brauner, según refiere Ernesto Sabato en su ensayo Sobre la existencia del infierno, pintó un autorretrato con una flecha clavada en su ojo derecho, de la que colgaba la letra D. Tiempo después, en un accidente confuso, Brauner pierde el ojo a causa de un vaso lanzado por el pintor Óscar Domínguez.

Federico García Lorca tuvo una representación anticipada de su muerte, una visión: vio un cordero que pastaba cerca de él, confiado y tranquilo. «Súbitamente, una piara de puercos irrumpió en el lugar. […] Los cerdos se abalanzaron sobre el corderito con las fauces abiertas. Y en cuestión de segundos, sin apenas reparar en el testigo que se aterrorizaba a su lado, lo despedazaron y lo devoraron.» (Santiago Roncagliolo: El amante uruguayo. Una historia real.)
El Macuto.

Y si sobre Hugo Chávez tenemos que decir algo, pues no nos saldremos del tema. Si usted, curioso lector, busca en Internet la pintura El Macuto, del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, podrá ver uno de los tantos retratos del fallecido expresidente venezolano. Lo sorprendente es que el cuadro fue pintado, según reseñas de sus obras, en 1975, cuando Chávez, de unos 20 años de edad, era un completo desconocido, incluso para el pintor. Además —y con esto la historia se vuelve extremadamente desconcertante—, Guayasamín profetizó que El Macuto destruiría el futuro del país, crearía conflictos internacionales y que su final estaría rodeado de baños de sangre (cosa que todavía puede pasar).
 
¿Casualidades? No.
 
Los verdaderos artistas tienen un instinto premonitorio. En sus estados de ensimismamiento, de trance, pueden desdoblarse, y su conciencia, la parte inmaterial de su ser, asciende hasta una atalaya colocada fuera del tiempo físico, del mapa espacio-temporal, y desde allí pueden ver todo de un solo vistazo, pasado, presente y futuro. «Daré una burda comparación, pero que tiene el mérito de aclarar esta idea. Si alguien sigue un sendero en la montaña puede saber que unos cuantos pasos más allá, detrás de la loma, ha de encontrarse con una fiera; pero alguien colocado en lo alto de la montaña puede ver el panorama total simultáneamente, y lo que para el caminante es futuro (la fiera) y por lo tanto incognoscible, para el espectador privilegiado es puro presente. Vaticinar, para él, es simplemente ver todo en presente.»
 
 
José Manuel Coaguila

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