martes, 17 de enero de 2012

Qué leer

Hemos escrito, en esta misma columna, sobre por qué leer y cuáles son las cosas que funcionan mejor cuando se trata de cultivar, sobre todo en los niños, el hábito de la lectura. Ahora, cerraremos el ciclo hablando sobre los libros que merecen leerse. Porque, claro, muchos habrán dicho «sí, de acuerdo, hay que leer, de paso que servimos de ejemplo para los más chicos, pero qué». A continuación, trataremos de llenar ese vacío.

La literatura light. Hay más libros que personas en el mundo ―y debe ser grande la diferencia―, por lo que toda nuestra vida no nos alcanzaría ni para leer el 1 por ciento de ellos. Al igual que con la comida, la clave está en saber elegir. No se alimenta mejor el que come más, sino el que sabe equilibrar su alimentación, aunque sea en mínimas cantidades.
Se lee poco y, peor aún, lo que no merece leerse. Así como la comida chatarra, la literatura light, «es decir, leve, ligera, fácil», nos está echando a perder el buen gusto, y todo lo que en otras circunstancias hubiéramos rechazado firmemente, ahora lo aceptamos encantados. Hoy se lee a Coelho, Cuauhtémoc Sánchez, Og Mandino, Stephenie Meyer, Dan Brown, a expensas de Kafka, Proust, Joyce, Faulkner, Borges. Los libros de aquéllos no tienen las complicaciones de éstos, son de fácil lectura; no ejercitan nuestra inteligencia ni demandan gran capacidad de concentración y raciocinio; patrocinan una lectura superficial y rápida; nos llenan de imágenes más que de ideas. «Son una agradable ensoñación, casi como tomarse un tranquilizante: te descansan, te sedan un poco, pero eso crea lectores pasivos, lectores que son los espectadores de telenovelas.»


Como escribió Lérmontov, muchos «no comprenden la fábula si al final no encuentran la moraleja», por ello consumen literatura chatarra, aquella que, ocultando su indigencia con un manto moralista, se presenta como popular y pedagógica. La buena literatura es aquella que te hace sentir el amor, la tristeza, la perseverancia, el fracaso, la esperanza, no la que te dice qué es eso, echando mano a chascarrillos domésticos. Como escribió Ítalo Calvino, «la aportación que la literatura puede ofrecer es sólo indirecta.» La literatura no es, pues, escuela.

Fugacidad y permanencia. La literatura light está hecha para ser consumida y desaparecer. ¿Alguien leerá a Stephenie Meyer de aquí a unos años? No lo creemos. Su literatura es una moda, fruto de la publicidad y el mercadeo; no podrá resistir el paso del tiempo. En cambio, «hay libros que conservan la capacidad de hablarnos directamente salvando los abismos del tiempo y el espacio»; y esos son los que hay que leer.

Como decía Sabato, no se puede hablar de progreso en las artes. La ciencia sí progresa, las artes no. Por ello, todos los grandes artistas parecen contemporáneos. Aquellos que han resistido el paso de los años son de fiar. En consecuencia, y como las cosas se miran mejor retrospectivamente, no debemos consumir mucha literatura actual, sobre todo la que mueve grandes cantidades de dinero, pues ello es muchas veces un síntoma de mala calidad.

Los libros. Atención, no decimos que sólo se deba leer literatura, es decir ficción. Como dijo Marco Aurelio Denegri, «hay que leer de todo: libros sobre ciencias naturales, ciencias sociales, filosofía, literatura y arte. Sólo así será posible tener una formación humanística». Por ello recomendamos Un plan de lectura para toda la vida, de Clifton Fadiman y John S. Major, un libro guía donde podrá encontrar todo lo que vale la pena leer. También, para los interesados en temas y autores nacionales, aconsejamos revisar Los 60 libros que todo peruano culto debe leer, de Agenda Perú.


José Manuel Coaguila


1 comentario: