miércoles, 28 de marzo de 2012

Dormir

Marca el número. Contestan. Se saludan. Jorge, hoy no habrá columna, dice. Agrega algo más y cuelga. Enseguida se sienta sobre su cama, entrelaza los dedos de sus manos, que están sobre sus piernas, mira a su izquierda, como si alguien estuviese ahí, vuelve el rostro y estaciona en el piso su mirada perdida. Está así hasta que una lágrima se estrella contra el suelo y lo saca de su ensimismamiento.
Ha estado intentando escribir la columna para el periódico, pero no pudo. Aunque se ha comprometido entregarla mañana, él, en el fondo, sabe que ya no podrá escribir más, que lo que nació para ella no podrá vivir sin ella, si acaso todavía él.
La vida, con su ausencia, allá fuera, le pone a cada instante un revólver en la sien. Su cuerpo se ha convertido en un delicadísimo cristal que al menor roce se resquebraja. Por eso solo quiere dormir. Ojalá que duerma mucho.

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