martes, 6 de marzo de 2012

En la otra orilla (a propósito de ser mañana el Día de la Mujer)

La mujer, hoy, goza de los mismos derechos que el hombre, y seguramente esto es una perogrullada, un truismo, pero ha sido tanto el daño que se les ha hecho a las mujeres, confinándolas casi a un status de «cosa», que vale la pena repetirlo una y otra vez, como para no olvidarlo.
Ahora la mujer puede estudiar, sufragar, ocupar cargos que antes le eran vedados; ser, en fin, independiente, valerse por sí misma, desligada cada vez más de las estructuras patriarcales que antes la sometieron. Sin embargo, esta situación no es ecuménica. En la otra orilla del río está un gran número de mujeres que todavía hoy, en pleno siglo XXI, padecen terribles vejámenes, so pretexto de honrar tradiciones y costumbres milenarias.

Ácido en la cara. Hace unos años, Vargas Llosa escribía un artículo donde nos informaba sobre la costumbre de algunos bangladesíes de rociar ácido en la cara de sus mujeres. «Recurren a ella los maridos irritados por no haberles aportado la novia la dote pactada, o los candidatos a maridos con quienes la novia, adquirida mediante negociación familiar, se negó a casarse.»
En este lado del mundo quizá ocurran cosas similares, y de hecho ocurren, tal vez incluso peores, pero la diferencia está en el castigo que reciben los victimarios. En Bangladesh, los criminales «rara vez son detenidos; si lo son, suelen ser absueltos gracias al soborno. Y, si son condenados, tampoco es grave, pues la multa que paga un hombre por convertir en un monstruo a una mujer es apenas de cuatro o cinco dólares.»



Crímenes sexuales. La clitoridectomía o ablación del clítoris se practica en países como Sudán, Egipto y Somalia. En Siria, Jordania, Irak y Arabia Saudita la costumbre no está tan difundida, pero existe.
La operación casi siempre la lleva a cabo una comadrona desconocedora de las reglas más elementales de asepsia. La mujer, instrumento cortante en mano (navaja, cuchillo, hoja de afeitar, etc.), extirpa el clítoris sin anestesia, así como los labios interiores y, en la mayoría de los casos, la pared interior de los labios superiores de la vagina. Pero si ello no es garantía suficiente para prevenir el coito premarital, entonces se echa mano a la infibulación, es decir, al cierre del orificio vaginal: se cosen los labios superiores. El proceso es extremadamente doloroso; rebasa cualquier idea de dolor que podamos tener en mente. [En este blog encontrará una descripción detallada del procedimiento.]
Terminado el ritual, la púber, «completamente exhausta, agotada, y prácticamente vencida, ya no grita, ya no llora. Es sólo un guiñapo humano.»
Pero lo peor está por venir.


Moral y ética. «El conjunto de las costumbres y normas de un grupo o una tribu constituye su moral. Cosa muy distinta es la ética, que es el análisis filosófico y racional de las morales. Mientras la moral puede ser provinciana, la ética siempre es universal. Desde este punto de vista ético, lo importante es determinar si una norma es justificable racionalmente o no; su procedencia tribal, nacional o religiosa es irrelevante.»
Juzguemos, pues, los crímenes descritos arriba, sobre todo los sexuales, desde un punto de vista ético, no moral; puede ser que ellos formen parte de costumbres ancestrales, pero no por ello deben justificarse.
«Todo es respetable en una cultura mientras no constituya una violación flagrante de los derechos humanos, es decir de esa soberanía individual que ninguna categoría colectivista ―religión, nación, tradición― puede arrollar sin revelarse como inhumana e inaceptable.»


José Manuel Coaguila

1 comentario:

  1. La gente sale a gritar a las calles por los derechos de los palestinos, homosexuales, terroristas, y contra la pena de muerte, esos son los mismos que luego practican el asesinato frío, calculado y despiadado de matar bebés en gestación. Son los mismos psicópatas que forman oenegés para enviar ayudas a regímenes criminales que permiten esta barbarie contra las mujeres y niñas. Apoyo moral, económico y bélico para países cuyos habitanes "venden" a sus hijas en matrimonios arreglados, niñas de 7 8, 10 años con hombres de 30 para arriba. Padres cuyo odio por el enemigo es mayor que el amor por sus hijos, utilizándolos como bombas humanas!
    No tienen justificación, son culturas bestiales a las que no se les debe dar ningún tipo de reconocimiento moral ni político. Quién defiende los derechos de estas pobres pesonas. La gente prefiere repetir las consignas de moda, lo políticamente correcto, lo que nos conviene decir o lo que el partido o posición política nos dicte.
    Aquí no se trata ya de credos ni doctrinas ni políticas ni religiosas, se trata de humanidad. Esto es un crímen, y los ciminales deben pagar por ello, así se trate de una masa.

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